Dos tazas de café bien cargado, sin azúcar, brindando la misma serenidad que una lata de Redbull en un corazón hipertenso luego de dieciocho tragos de vodka, permiten una entrada aplomada al recinto.
Las palabras, en los primeros quince segundos, se agolpan en la garganta y quieren salir al tiempo, es tanto por decir y tan corto el momento, que se teme un bloqueo general... sin embargo, en cuanto se empieza a disertar, se empieza a sentir esa euforia un tanto relegada, el recuerdo de para qué y por qué se hacía eso que se sabe hacer tan bien... fue suficiente.
La costra cae y queda una delgada línea que simplemente será una marca de guerra.
K-Li-K
2012
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