miércoles, 28 de septiembre de 2011

Disciplina

Uno de mis escritores preferidos siempre ha postulado acerca de la disciplina que se requiere para el ejercicio de la escritura, sea esta recreativa, profesional, existencial o per se...

Cada día lo compruebo... hoy no tengo nada para decir... pero escribí.

jueves, 16 de junio de 2011

El cuento escrito a cuatro manos inconscientes...

Breakfast at Tiff…ayunadero La 36

Dicen que no hay mejor forma de iniciar el día, que con un enorme, saludable, fresco y natural jugo de naranja recién exprimida…

Digo que lo dicen porque eso he escuchado, ya que nunca lo he podido probar, como tampoco he probado unas noventa y nueve mil otras cosas, pues desde mis cinco años sólo he podido observar a los demás a través de las vitrinas, que desde la calle, me han permitido fantasear con las vidas que otros viven, mientras calmadamente chupo el tarro de pegante, juguete fiel, abrigo infalible… desayuno infaltable…

Pero no me quejo, de hecho, es una más de las cosas que no he probado: quejarme; ni siquiera cuando descubrí que algo sucedía con mi voz, o mejor dicho, nada sucedía con mi voz… simplemente no existía, de mi garganta no surgía siquiera un gemido o un estertor.

Me sumí en un silencio permanente y me dediqué a escuchar con atención cuanto sucedía a mí alrededor… y a través de las vitrinas.

El pegante impregnado en cada célula de mi cuerpo me ha dado un matiz casi fantasmal, a veces siento como si tuviese sobre mí alguna especie de manto mágico que me hace invisible a los demás. Eso me divierte. Paso por en medio del tumulto y nadie me nota, nadie se inmuta aún si estoy vaciando un bolso señorial o sacando suavemente unos billetes de algún pantalón. Eso me asusta. En mis momentos de aborrecida lucidez mientras me aprovisiono del químico sustento, llego a pensar que no es ninguna cobija mágica ni una mierda, es que estoy muerto y estoy tan trabado, que ni cuenta me he dado…

Es por eso que no me sorprendió cuando la vi aquella noche de invierno. Desde mi cambuche en el parque Bolívar, con la botellita conectada a mi boca y cubriéndome la colcha de retazos como una segunda (más bien única) piel… no sentí miedo, tampoco gracia, mucho menos curiosidad. Sólo la observaba, silencioso, mientras la luz mortecina que se escurría por las farolas, empapaba con su tenue brillo las bancas vacías, alguna vez atestadas de recuerdos fugaces de amores tardíos que en la vida de alguien apenas significaron algo.

En su derredor, papeles arrugados, basura quizá, artefactos electrónicos obsoletos, cintas de seda en colores, pinturas, trozos de madera y poemas… yaciendo nada más, como cadáveres insepultos.

…la luz iluminando los rastros de aquello que alguna vez fue…

Observaba… la observaba, sin pretender reconocerla… ni siquiera cuando retiró la cabeza sin rostro de la pálida cesta de mimbre a su lado, introduciendo su meñique por el orificio que había cerca a la sien, levantándolo con ímpetu impresionante, propio de quien ha deseado algo toda su vida y por fin ejecuta su obra maestra. Se detuvo, parecía olisquear el aire. Giró.

Entonces posó su mirada en mí, atravesándome con la infinita dulzura de un millón de voltios en la silla eléctrica, conectándose con mis sentidos, transmitiéndome eones de existencia antes de la existencia misma, en un frío tan intenso como infinito probablemente es el universo… me miró y en ese instante era yo quien miraba hacia el cambuche, al bulto forrado en retazos y aferrado al pegante que diluía lo poco que quedaba en ese derruido cascarón… bajé la vista a la diestra que sostenía la cabeza, continuando lo que hacía antes de…

…eso, sí, comí su cerebro. Lo seguí haciendo con un ansia ajena por adueñarme de sus recuerdos, sintiendo la frustración del hastío… del sabor de la materia gris, de la insípida materia gris…

El pegante se evapora por completo, puedo percibirlo por el rabillo de la cuenca oscura (¿mi cuenca?).

Entonces despierto frente a la vitrina. Miro fijamente a un hombre de traje saborear el jugo de naranja recién exprimida, el vaso previamente helado en su mano y el rostro perfectamente afeitado.

Me retiro de la vitrina y sigo el vuelo de una mariposa azul que contrasta con el ocre taciturno de esta ciudad enmohecida.

Hoy, como todos los días, continúo siendo ese ser que no se conoce, ese que somos todos, mirándose al espejo sin reconocerse entre tanta manía y tanta locura perdida, entre la desesperación y la risa desesperada, atrapados en la carta que encierra eternamente la dicotomía de un “Joker” que se fuga a cada momento o entre momentos o a partir de momentos… sólo para perder la cabeza otra vez en la pálida cesta de mimbre que carga ella junto a su hoz.

En este instante, este preciso y único instante puedo probar, en todo el esplendor de aquello que nunca tuve, la certeza de saberme un muerto vivo, errante en un mundo plagado de fantasmas que nunca sabrán que hace tiempo sus cuerpos son polvo, que sólo quedan los recuerdos que cada noche, bajo la luz mortecina del farol junto al cambuche, mientras consumo hasta el último gramo de pegante, tiemblan tanto, que pienso que nunca dejarán de temblar, temen tanto, que pienso que nunca dejarán de temer… y aman tanto, que nunca dejarán de amar.

K-LI-K

2011

sábado, 4 de junio de 2011

El cuento de mi hermanita...

SECRETS KEEPER

La primera vez que vió el mar, Esteban creyó que se le iba a venir encima.

En eso estaba pensando, cuando Victoria sacudió su larga melena rubia trayéndolo bruscamente al presente, mientras las frías y violentas gotas saladas le empapaban el rostro y le hacían dar un salto para perseguirla por la playa…

Era el dulce verano de 1975, veinte años después de haber visto el mar por vez primera, restregándose los ojos con incredulidad, agazapado en el platón de la camioneta azul de su papá y sacudiendo a sus aún dormidos primos, a la vez que les gritaba que una infinita lengua de agua se los iba a tragar.

A Victoria le encantaba andar desnuda por la casa. Sólo usaba una balaca multicolor en la cabeza para domar un poco sus rizos dorados y siempre salvajes. Las notas estridentes de Janis Joplin invadían todos los cuartos junto a la densa ola de humo sahumérico y psicodélico que la seguía a todas partes cuando necesitaba inspirarse para escribir. Esteban simplemente la observaba divagar de un lado a otro viendo balancearse sensualmente los firmes y medianos pechos en forma de pera que tanto le encantaban… constantemente se preguntaba cómo hacía para concentrarse en sus libros de Derecho, más aún, cómo sacaba tan buenas notas en los exámenes con semejante distractor que en el instante menos esperado, daba tres zancadas desde el estudio, donde la pluma quedaba suspendida en el aire, atrapándolo entre sus fuertes muslos, hundiéndole el rostro entre esos senos que nunca dejaban de oler a canela y Victoria arrancándole a dentelladas, un amor vespertino de diez minutos que parecían una pequeña muerte orgásmica que cada vez le enamoraba más.

Esteban nunca pudo meterse al mar, le fascinaba, lo respetaba, le parecía de las cosas más hermosas que había percibido en su vida, le embriagaba su olor salitre, lo arrullaba la brisa y esos pequeños cánticos en su oído al pasar por entre las palmeras, incluso saboreaba las gotas que las olas al estrellarse en la playa, lograban llevar a su boca… pero nunca, jamás, consiguió alguien meterlo al agua.

Victoria comprendió eso desde el primer momento en que Esteban le abrió su corazón, contándole su gran amor, que a la vez era su gran terror. Y ella respetó eso, diciéndole así que correspondía a sus sentimientos, porque no existe mayor muestra de amor incondicional, que aquel silencio que te indica que tu secreto está a salvo.

- Secrets Keeper, my sweet Esteban, that´s who I am...

El dulce verano de 1975… la playa empezaba a quedarse solitaria a medida que las vacaciones terminaban. El libro de Victoria ya estaba listo. Esa mañana de domingo se cumplían tres años desde ese beso que sin palabras, dio inicio a una relación que nunca quisieron etiquetar.

Desde que tomó su mano cuando le pidió dar un último paseo antes de partir a la estación de trenes, Esteban supo que era una despedida… igual, todo el tiempo fue consciente que ese libro era la única razón por la que ella se vino de la gran ciudad, y sería la única razón por la que volvería allá. Victoria le insistió hasta el llanto que se fuera con ella, pero Esteban dulce y suavemente le enjugó sus lágrimas, la acompañó al tren y antes de darle un beso como no le había dado nadie, le dijo que siempre estaría con ella, en todas y cada una de las letras de su libro, porque ella sería eternamente, la guardiana de sus secretos.

A medida que el vagón se alejaba de la diminuta ciudad, un joven regresaba a la playa, a sentarse junto a la enorme y anciana palmera, única sobreviviente de aquel gigantesco tsunami que arrasara el alegre verano de 1955.

K-LI-K

2011

viernes, 3 de junio de 2011

Nunca decir adiós... simplemente irse...

Apagó la luz antes de salir y cerrar para siempre la puerta amarilla de esa enorme y transparente casa que es la ausencia, mirando por una última vez los cadáveres de las trescientas sesenta y cinco mariposas que cubrían como un manto multicolor, el piso de madera en la pequeña sala de recibo, único lugar que pudo ocupar todo el tiempo que se le permitió estar allí...

(Fragmento In limine - El Libro)

martes, 10 de mayo de 2011

Ron con pasas + Tú = ?

En ese callejón sin salida que suelen ser tus preguntas, me quedo saboreando las respuestas que debo dar, como aquel chef que busca el toque perfecto de ese platillo que va a ser su consagración.

En esa violenta y perfecta tormenta de tus arranques de duda razonable, que me recuerdan que no lo sé ni pretendo saberlo todo... le dan un toque de amaretto que quizás redunde un tanto en ese ron con pasas que suelo compartir contigo así las horas y los kilómetros nos separen.

Con el amaretto, nada como una cremosa, suave y casi esponjada bola de helado de café...

lunes, 25 de abril de 2011

Sucede porque sucede...

UN CUENTO AZUL

Dicen algunos amigos, colegas en el intento de escribir algo decente para ser leído, que cada vez que se termina una historia, sobreviene la pequeña labor de parto que determina el destino final de su creación: la genialidad o el fracaso que significa el nombre idóneo para el texto recién creado.

Pienso en eso mientras me enfrento a la hoja amarilla en la que el ejercicio anterior me ha resultado a la inversa, ocurriéndoseme únicamente el nombre… y nada más… el resto de la página sigue en blanco (amarillo). Y no hay asomo de dilatación.

Ahora reconozco, teniendo a Cerati y su “Bocanada” como banda sonora, que sé cómo se siente el condenado a muerte cuando le piden que diga unas últimas palabras antes de ser colgado, pero el pobre hombre está pensando es en cómo carajos se le ocurrió pedir fríjoles con garra como última cena sabiendo que la horca siempre libera esfínteres. Como si la muerte misma por el crimen no cometido no fuese ya suficiente humillación.

Ahora bien… así mismo pocas veces había encontrado un nombre más adecuado para lo que estuve sintiendo a lo largo de un día que como sólo unos cuantos, por fin sentí propio y no como si fuese el sueño de otra persona, una que definitivamente era más feliz que yo. Ahora la banda sonora con Fito y Fitipaldis me recuerda que menos mal que fui un poco granuja y que todo lo que sé me lo enseñó una bruja (sí, una como tú).

Pero nada que le encuentro el puto texto a ese nombre tan putamente bueno que se me ocurrió.

Es esa sensación que en ocasiones se tiene, como si se quisiera decir algo y justo en el momento en que encuentras las palabras exactas y correctas, se te olvida para qué o quién lo ibas a decir… o simplemente ya no te importa ese qué o ese alguien. Alex, Alfonso y Víctor, mis amigos escritores de verdad (cada quien en su estilo) lo llaman el “Síndrome de Escomomontarenbusocomprarzapatos”.

Reflexiono sobre el nombre de mi historia aún no nacida. Joaquín Sabina me saluda desde sus diecinueve días y quinientas noches. Los hermosos ojos mirando hacia arriba, en una expresión de dichoso hastío que me fascina de una joven amiga… me arrancan la primera sonrisa de la madrugada que se cuela por la ventana.

Estoy a punto de darme por vencido, el texto no aparece y el nombre comienza a tener un leve matiz desteñido… Deep Purple y su humo en el agua me dan la certeza que esta vez la inspiración jamás llegará, dejando indefectiblemente completo este escrito tal como está frente a mis ojos, un cuento tan corto como el cuento más corto…

K-LI-K / ABRIL DE 2011

domingo, 17 de abril de 2011

Ron con Pasas para mí por favor...

Tuve un amigo que constantemente utilizaba asociaciones para dar más claridad en algún asunto o hacer énfasis en un punto de vista...

...hace ya un tiempo que se fue... lo hizo como lo hacen los amigos que nos quedan tatuados vivos en el alma y el corazón: temprana y trágicamente.

Pensaba en eso y muchas más cosas, mientras traía mi orden una niña de ojos azules y mirada marchita con un mal disimulado hematoma que asomaba por su manga izquierda.

Helado de vainilla con jarabe caliente de chocolate... el mejor "reseteador" para las preocupaciones, el único complemento admisible para mi última cena. Después de uno de esos, la sonrisa no te la quita ni la más áspera cuerda, ni la más oxidada hoja de acero.

El jarabe lentamente se fusiona con el helado y el inmediato entorno de mi exclusivo paraíso para uno, se inunda de un aroma característico que genera una serie de micro orgasmos en mis receptores olfativos y papilas gustativas...

Es entonces, en medio de ese pequeño viaje psicodélico, a medida de saboreo intensamente cada cucharada que suavemente desliza en mi boca la mezcla adictiva como besos prohibidos de amores furtivos... que comienzo mi listado de helados favoritos para lugares, momentos, personas, emociones, sentimientos y letargos...

Para un beso robado, nada se compara a una Polet de Baileys... te deja un sabor en la lengua, que aunque se diluye casi de inmediato, perdura toda la tarde la picardía en tu garganta.

Claro que he considerado también ciertos helados post polvo... a pesar que mi tendencia psicorígida me signifique un par de obstáculos por aquello de sábanas pegajosas, hormigas en la cama y manchas indelebles. Pero no he podido con mis chocheras y persisto con la única excepción de manjares en el lecho, reducida a salados muslos húmedos, dulces pezones erguidos y ácidos montes de venus...

...sin embargo, a quien interese, un postre de limón con abundante leche condensada y acompañado de una bola de helado de pistacho... siempre trae grandiosos recuerdos de amantes complacientes...

Así mismo puedes encontrar que mixturas desafortunadas como fresa con guanábana o macadamia con chicle... son como un buen enemigo, y cito al sabio Olafo El Amargado cuando decía que: "Los amigos van y vienen, pero un buen enemigo, dedicado y persistente, puede durarte toda la vida". Y sí, un helado de fresa con guanábana o uno de macadamia con chicle podrán tener un efecto paradójico al inicio, pero luego le encuentras el gusto con un poco de leche condensada (mi catalizador universal)...

Para los amigos (incluyo a hermanos y primos en este grupo)... el ron con pasas indefectiblemente me hará reir a carcajadas, pues combina perfecto con el sabor que cada uno de ellos y ellas prefieran. El caserito de ron con pasas además me transporta a mi niñez, a esa pelirroja de ojos verdes que se robó mi corazón de ocho años... y creo que nunca me lo devolvió.

A propósito del ron con pasas... luego de cada primera vez, intensificas ese divino placer con un brownie caliente coronado con una cremosa y deliciosa bola de helado... del sabor que elija tu compañía, para que el efecto sea tan psicodélico (me fascina esta palabra), como la experiencia que acabaron de disfrutar...

Ya me terminé el helado y mi regreso a la realidad fue tan brusco como la lágrima indiscreta de la mesera de ojos azules y mirada triste...

...su mano sobre el hematoma mal disimulado con maquillaje barato, el recuerdo de un amor despreciado por prejuicios infundados y la angustia de un "sí" del que se arrepiente... tienen un sabor particular.

No pudo elegir mejor para pasar ese trago amargo durante su descanso: Frutos del bosque.

lunes, 21 de marzo de 2011

El que a hierro mata...

...siempre encontrará la forma de evadir la hoz que segará el fruto de su cosecha, pero así mismo se condena a un camino largo y oscuro, donde el odio germinará una y otra vez, entre semillas de sangre y ese veneno dulce, adictivo... que sólo encuentra sosiego en cada estertor, en cada último suspiro, en cada luz que se apaga lentamente entre sus labios, oyendo a lo lejos el suave crujir de un corazón que despierta de la inocencia...

jueves, 17 de marzo de 2011

Adiós

Todos, sin excepción, muy en el fondo soñamos con ese bus que empieza a alejarse lentamente, llevándose consigo al amor de nuestra vida... hasta que de repente, sólo unos metros después de partir, a la vez que sentimos como si el corazón se nos quiere salir por la boca, el destello rojo ilumina la oscura avenida y alcanzamos a oír el freno de aire y la puerta que se abre nuevamente...

...entre tanto, la nieve sigue tapizando la ciudad.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un cuento para...

Había una vez una historia que nunca pudo salir de la pluma... hibernó muchos años en el último rincón de la imaginación, como queriendo no molestar a nadie, procurando no estorbar al torrente continuo de ideas que el joven escritor, una vez descubierto que poseía el don, dejó fluir como lo hace el agua del hidrante que los niños de la cuadra han logrado abrir en una calurosa tarde de verano, en algún populoso barrio neoyorquino (como se ve en las películas gringas)...

Pasaron veinte años, cinco meses, siete días y trece horas...

...unos cuantos minutos...

Y exactamente dieciocho segundos cuando sucedió...

Inició lentamente, como el primer beso al final de la cita. El escritor, ahora retirado, quebrado, achantado, humillado, olvidado y con el corazón resquebrajado... despertó en medio de la madrugada, con un nudo en la garganta y ganas de llorar. Le hormigueaba la mano y sentía un dolor que iba creciendo en intensidad y cobertura, desde la nuca hasta los ojos, dándole la impresión de que su cabeza iba a estallar.

Prendió la única vela con el único fósforo, tomó la única hoja amarilla con el único lápiz y comenzó a escribir la única historia que le quedaba.

K-LI-K
Marzo 2011