martes, 14 de septiembre de 2021

TOC

 


Una nueva mañana en la oficina y la pequeña colección de soldados de plomo, ubicada estratégicamente bajo el monitor del computador para que no llame la atención, está reluciente y organizada perfectamente en alineación cromática. Sonrío y tomo el primero de los treinta y siete sorbos de café, en mi taza personalizada de Star Trek.

Por el rabillo del ojo, observo la infaltable visita de Carlos, el empleado del mes por duodécima vez consecutiva y totalmente convencido de su vocación paralela e innata de psiquiatra, en lo que él ha denominado “terapia de choque”, para ayudarme con su diagnóstico empírico de mi “Trastorno Obsesivo Compulsivo”, pues siempre ha dicho que su instinto, sumado a los muchos libros sobre auto ayuda que ha devorado en sus matinales sesiones en el baño, deberían ser suficientes para que en la universidad le den el diploma de terapeuta, ¡su gran pasión en el tiempo libre!

Apenas sonrío en el final del trigésimo segundo sorbo de café, justo en el instante que Carlos se sienta encima de mi escritorio, desordenando y corriendo mis documentos, para “accidentalmente”, como las últimas doscientas treinta y dos mañanas, desparramar la colección de soldados de plomo, atento a mi reacción.

Le miro apaciblemente con el sorbo final de café, pensando en mi otra colección, aquella de escalpelos quirúrgicos que, en un pulcro estuche de cuero, reposa en milimétrica y precisa disposición, en el fondo de mi portafolios.

Esta noche le haré una visita a Carlos en su apartamento. Muero de ganas por ver su expresión cuando le confirme que su diagnóstico aficionado, está algo errado.

Una cosa es el TOC y otra muy distinta, el que los psicópatas seamos en extremo meticulosos con el orden.

K-LI-K

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