miércoles, 17 de agosto de 2022

LASSIE

El aire en esa mañana de agosto tenía un sabor diferente.

Hacía un tiempo ya que comenzó a decantar los sentidos de forma casi que holística, aunque más bien era sinestésica, es decir, notaba los sonidos en los colores de las flores que en su paseo matutino se detenía a oler, a veces podía percibir el aroma en la textura de la cama hecha con una camisa usada, que su humana le había dejado para que no la extrañara tanto y pues no era el aroma de su humana, era otro, el de la textura de la tela que bajo sus patas le hacía sentirla de forma diferente... el color de los sonidos, el aroma de las texturas, el sonido de los sabores, la textura de las imágenes y por supuesto, el sabor del ambiente con todo lo demás mezclado. Llegó a pensar que a lo mejor se había vuelto loca, pero luego recordó lo mucho que lo disfrutaba, así que como muchas otras cosas, simplemente no le importó y procuró disfrutarlo al máximo.

Ya el miedo se había ido con el transcurrir de los días desde que su humana la llevó para sus vacaciones, igual que el dolor, todo el dolor, el del cuerpo, el que la punzaba al respirar, el que la aletargaba al abrir los ojos. El ruido que le taladraba el cerebro y le aterraba incontrolablemente también se fue desvaneciendo en cada atardecer y pudo concentrarse en pensar en su humana y enviarle toda su energía... parecía absurdo, pero alejarse era justo lo que necesitaba para poderle ayudar mejor, para cumplir su misión.

El señor de barba blanca con el que soñaba de vez en cuando, le había dejado clara su misión, así como el momento en que la esperaba de regreso, tal como le vio hacer con otros perritos y gatitos, aunque también pudo notar toda clase de animales, porque los humanos son bien extraños y aún así, había un animalito perfecto para acompañarle a cada quien. El señor de barba blanca decía que al amor eso no le hacía diferencia y que lo esencial era que la misión se cumpliera.

Ella sabía que a su humana le faltaba mucho aún para su propia misión y eso le entristecía de cierta manera; no podía evitar creer que había fallado en su misión, porque el señor de barba blanca ya la estaba esperando, pero esa mañana de agosto, el sabor que le invadió todo su ser y le hizo sentir tan tranquila, le indicó que sí, que su misión se había cumplido y que podía regresar a casa.

Sintió un cansancio inusual, no era el cansancio que le quedaba luego del terrible dolor que le daban esas luces extrañas en el cielo con ese ensordecedor trueno que la paralizaba. Era un cansancio como cuando llegaba de su paseo por el parque con su humana, del que ambas llegaban riendo y su ama cocinaba feliz mientras ella iba a su rincón favorito bajo la ducha, porque el calor era siempre insoportable. Todo en su derredor se sentía diferente, olía diferente, se veía diferente, se escuchaba diferente... sabía diferente... como a galleta de vainilla.

Se dio un par de vueltas para conciliar el sueño.

Sí, el aire en esa mañana de agosto tenía un sabor diferente.

Sonriendo cerró los ojos.

Ya estaba en casa.

K-LI-K

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