lunes, 25 de abril de 2011

Sucede porque sucede...

UN CUENTO AZUL

Dicen algunos amigos, colegas en el intento de escribir algo decente para ser leído, que cada vez que se termina una historia, sobreviene la pequeña labor de parto que determina el destino final de su creación: la genialidad o el fracaso que significa el nombre idóneo para el texto recién creado.

Pienso en eso mientras me enfrento a la hoja amarilla en la que el ejercicio anterior me ha resultado a la inversa, ocurriéndoseme únicamente el nombre… y nada más… el resto de la página sigue en blanco (amarillo). Y no hay asomo de dilatación.

Ahora reconozco, teniendo a Cerati y su “Bocanada” como banda sonora, que sé cómo se siente el condenado a muerte cuando le piden que diga unas últimas palabras antes de ser colgado, pero el pobre hombre está pensando es en cómo carajos se le ocurrió pedir fríjoles con garra como última cena sabiendo que la horca siempre libera esfínteres. Como si la muerte misma por el crimen no cometido no fuese ya suficiente humillación.

Ahora bien… así mismo pocas veces había encontrado un nombre más adecuado para lo que estuve sintiendo a lo largo de un día que como sólo unos cuantos, por fin sentí propio y no como si fuese el sueño de otra persona, una que definitivamente era más feliz que yo. Ahora la banda sonora con Fito y Fitipaldis me recuerda que menos mal que fui un poco granuja y que todo lo que sé me lo enseñó una bruja (sí, una como tú).

Pero nada que le encuentro el puto texto a ese nombre tan putamente bueno que se me ocurrió.

Es esa sensación que en ocasiones se tiene, como si se quisiera decir algo y justo en el momento en que encuentras las palabras exactas y correctas, se te olvida para qué o quién lo ibas a decir… o simplemente ya no te importa ese qué o ese alguien. Alex, Alfonso y Víctor, mis amigos escritores de verdad (cada quien en su estilo) lo llaman el “Síndrome de Escomomontarenbusocomprarzapatos”.

Reflexiono sobre el nombre de mi historia aún no nacida. Joaquín Sabina me saluda desde sus diecinueve días y quinientas noches. Los hermosos ojos mirando hacia arriba, en una expresión de dichoso hastío que me fascina de una joven amiga… me arrancan la primera sonrisa de la madrugada que se cuela por la ventana.

Estoy a punto de darme por vencido, el texto no aparece y el nombre comienza a tener un leve matiz desteñido… Deep Purple y su humo en el agua me dan la certeza que esta vez la inspiración jamás llegará, dejando indefectiblemente completo este escrito tal como está frente a mis ojos, un cuento tan corto como el cuento más corto…

K-LI-K / ABRIL DE 2011

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