viernes, 15 de enero de 2010

El Tercero... fue para un gran amigo... Alex, el calvo...

PINTOR TOILETTE

Mientras divagaba en las complejas estructuras psicológicas de los mensajes subliminales en las caricaturas que acostumbraba ver los sábados en la mañana, y mientras el jetón blanco de cerámica que recibía el sentado peso de su cuerpo a la vez que devoraba pacientemente los depósitos sólidos residuales de su digestión, Alexander Gómez. . . esperaba.

Y estaba esperando bastante, pues el guiso de fríjoles con garra que su amorosa madre preparó para el almuerzo, estuvo muy bueno. Pero como Alexander era demasiado activo, le impacientaba el hecho del tiempo que tendría que estar ahí sentado. . . esperando que terminara aquello.

Entonces tuvo una idea a la vez que se quedó mirando fijamente el cuadrado, reluciente y sobre todo, blanco azulejo frente a él. Observó detenidamente su dedo índice, llamado por él mismo: “peter” (como solía hacer con cada parte de su cuerpo, de tal manera que así nunca se sentiría solo, pues tendría siempre a toda una multitud consigo). En fin, como decía, observó a “peter”, concentrándose en el virgen azulejo, comenzó a. . . dibujar. . .

Las líneas, formas y colores estaban ahí, aún cuando en ese preciso instante, alguien entrara impertinentemente y lo viese sentado con los pantalones desparramados en el piso, pintando con el dedo en un azulejo blanco, y por supuesto, pensara que estaba loco.

Pero el azulejo le quedó pequeño. Alexander quería expresar más, así que empezó a invadir con sus dibujos a los azulejos vecinos, y en poco tiempo, toda la pared, o mejor dicho, hasta donde le alcanzó el brazo, quedó llena. Y la pared, sonriendo, agradeció la vida que con su arte pictórico-imaginario, Alexander le dio.

Sin embargo la pared, en medio de su nuevo y magro entendimiento, comprendió algo cuando vio a Alexander tomar un trozo de papel higiénico; y temiendo la inevitablemente pronta separación. . . se desesperó. . .

Alexander casi de pie, con el papel higiénico en la mano y los pantalones besando el suelo, sólo podía estar estupefacto y babeando cuando en un gran estremecimiento, nada que ver con los intestinales, los azulejos blancos se despegaron y juntándose, formaron una inmensa boca. . .

La madre de Alexander Gómez lavaba la olla de los fríjoles cuando escuchó un corto pero sonoro eructo proveniente del segundo piso.

Segundo piso donde estaba ubicado el baño, en donde hace sólo un momento, de donde ahora brota un manantial de la tubería arrancada, existía un moderno y aséptico inodoro “MANCESA”.

K-LI-K / JUNIO DE 1998

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