viernes, 22 de enero de 2010

Uno más...

SHIT HAPPENS

- ¡Todos a sus puestos! ¡Es una emergencia! – decía el Comandante por el intercomunicador.

- ¡Maldita sea! – dije al recordar que había perdido mi chaleco antibalas en el último combate.

- ¿Qué ocurre? – me preguntó Rojas, mi compañero.

- Nada. . . sólo que recordé que perdí mi chaleco antibalas el otro día. Me lo robaron cuando me lo quité para brindar los primeros auxilios a un joven – le expliqué.

- Tranquilo viejo, yo le presto el mío. No lo voy a necesitar, pues estaré al volante del camión y la cabina es muy segura. ¡Ah!, sólo hay un problema. . . es que un ojal del chaleco, que queda casi en la mitad del costado, está roto.

- No importa – le dije – hay una posibilidad en un millón de que una bala entre justo por ahí.

- No sé viejo . . . no sé

Lo atrapé al vuelo, justo cuando se abría la puerta del enorme camión antimotines. La voz del Comandante rugió nuevamente invitándonos a entrar.

- ¡Todos a sus puestos!

- Vamos – una palmada en la espalda a Rojas a la vez que me ponía el chaleco – nos espera el deber.

Cuando nos acercábamos al motín, sentí como una oleada de viento helado en mi interior. . . era algo que nunca antes había sentido. . . era miedo.

Unos trescientos o más universitarios se agolpaban frente al edificio, tirando piedras y proclamando consignas en contra del gobierno. Odiaba esa parte del trabajo. . . los estudiantes tenían razón. . . pero, ¿qué podría yo hacer si de esto vivía?

Al vernos, los jóvenes se lanzaron contra nosotros. Fue en ese momento cuando vía el reflejo plateado en medio de tanta confusión. . .

Otra oleada de viento helado me atravesó. . . otra vez sentí miedo.

- ¡Atrás! ¡Atrás! – grité a los manifestantes.

- ¡Porquerías! ¡soldados maricas! ¡Vendidos! ¡Horda de burócratas! ¡Títeres! – vociferó uno de esos muchachos. Estaba iracundo. . . vomitaba todo el odio contra nosotros.

En fracción de segundos volví a ver el reflejo plateado. . . ahora en su mano.

- ¡Mueran hijueputas!

Alcancé a voltearme y protegerme con el escudo en el instante del disparo suyo y otros cinco más que derribaron al protestante unos metros atrás. . . sin vida.

La respuesta a sus peticiones.

Como pude, me acerqué al camión nuestro y entrando, me acomodé junto a Rojas.

- Hola Rojas

- ¡Qué hubo hermano! . . . arrecha la joda ¿no?

- Pues sí. . . dieron de baja a un estudiante que disparó contra nosotros.

- ¿Cómo? . . . ¿hirió a alguien?

- Creo que no. ... . a nadie más.

- ¿Cómo que a nadie más?

- Pues verá manito, ¿recuerda cuando le dije que había una posibilidad en un millón de que una bala entrara por el ojal roto?

- Sí.

- Pues esta vez sí acertó esa posibilidad – le dije con voz entrecortada mostrando la mano que sujetaba mi costado anegado en sangre – esta vez sí acertó manito . . .

K-LI-K / ENERO DE 1990

No hay comentarios: